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viernes, 13 de junio de 2025

“Educar para una Nueva Ciudadanía”: entre el brillo de las competencias y la sombra del falso consenso

 1. Dimensiones para que el aula sea de verdad democrática

Cuando hablamos de las dimensiones de la pedagogía, se entienden las mismas dentro de la educación como un conjunto de procesos democráticos de socialización y formación integral y no como adornos conceptuales, sino como lentes que cada discente puede usar para ver el mundo de una manera especifica en su aula. Primero tenemos la dimensión ética que recuerda que toda práctica escolar moldea valores, es decir, cuando distribuyo la palabra con justicia, cuando reconozco el esfuerzo antes que la calificación, transmito la dignidad humana como centro de la experiencia educativa, después esta la estética, que a su vez, invita a vestir el aprendizaje de curiosidad y belleza; un aula que incorpora música, color y narración despierta la imaginación y abre la puerta a mundos posibles y evita el aburrimiento y estancamiento, luego se encuentra la dimensión política la cual exige visibilizar las relaciones de poder que se cuelan entre pupitres tales como el diálogo grupal puesto que esto significa la construcción de un conjunto de reglas de manera colectiva, los estudiantes aprenden que la democracia no es un discurso, sino un ejercicio cotidiano de corresponsabilidad. Finalmente, la dimensión epistemológica sitúa el conocimiento, recordándonos que todo saber se produce en contextos culturales concretos; elegir métodos y contenidos que dialoguen con la realidad del estudiantado evita repetir verdades ajenas y promueve un pensamiento crítico que cuestiona lo dado, por lo tanto se puede considerar que estas dimensiones otorgan coherencia: convierte al docente en artesano de experiencias que armonizan valores, creatividad, ciudadanía y rigor intelectual, iluminando caminos para transformar la escuela en un laboratorio de vida democrática. Así, cada clase se vuelve ensayo de la sociedad que anhelamos, donde aprender y convivir se entrelazan indisolublemente, y la pedagogía se vive, no solo se cita. Todos estos conceptos son de suma importancia, ya que, 

 1. La ilusión de la calidad: desmontando el falso consenso de “Educar para una Nueva Ciudadanía”

hoy en día hay un supuesto consenso que sustenta la política “Educar para una Nueva Ciudadanía” que descansa en la idea de que los estándares OCDE-PISA son el único camino hacia el progreso. Tal acuerdo no se debatió públicamente; se aceptó por presión de organismos financieros que condicionan prestigio y préstamos a la adopción de un currículo por competencias. El falso consenso consiste en hacer creer que, si las escuelas no reproducen esos indicadores, el país quedará fuera de la economía global. La reforma orienta la educación al mercado laboral: privilegia habilidades transferibles, resiliencia individual y destrezas digitales que aumenten la empleabilidad. En su lógica, el aula se transforma en fábrica de capital humano antes que en comunidad crítica. Al centrar la evaluación en resultados comparables internacionalmente, deja en los márgenes los saberes locales, la cultura indígena y la historia nacional; la ética, las artes y la participación ciudadana se vuelven “transversales” o de bajo peso, se puede decir que ese discurso tecnocrático choca con la realidad costarricense que vivimos hoy en día, ya que, muchas zonas carecen de banda ancha, los docentes no reciben capacitación continua y la desigualdad social limita el acceso a dispositivos. Pedir autonomía del estudiante sin condiciones de equidad refuerza brechas preexistentes; medir a escuelas urbanas y rurales con la misma vara legitima la exclusión. Así, la promesa transformadora se neutraliza: en vez de cuestionar estructuras injustas, la escuela entrena para sobrevivir en ellas. Una reforma genuinamente democrática exigiría participación comunitaria, inversión sostenida y un currículo humanista que priorice la justicia social sobre la competitividad.

Configuración Epistémica de la Pedagogía: Tendencias que han Proliferado en la Historia de la Educación

 La pedagogía como concepto empezó en la antigua Grecia, donde era vista como la tarea del esclavo encargado de acompañar y vigilar a los niños; por ello, su sentido original dista mucho del significado contemporáneo. Hoy la pedagogía se describe desde múltiples lentes que han surgido a lo largo de la historia de la educación. Esa pluralidad explica por qué resulta imposible reducirla a una sola definición. Primero es importante recalcar la diferencia entre pedagogía y educación. Tenemos que la educación es el gran proceso humano de formación que atraviesa toda la vida y todos los espacios familia, escuela, trabajo, comunidad y moldea lo cognitivo, lo afectivo y lo social mientras que la pedagogía, en cambio, es la mirada crítica que estudia, interpreta y orienta ese proceso: pregunta qué saberes se legitiman, con qué fines y mediante qué métodos. Dicho de otro modo, la educación es el fenómeno; la pedagogía, su reflexión sistemática. Por eso puede haber educación sin pedagogía (aprendizajes informales), pero toda pedagogía necesita un hecho educativo que observar, analizar y, finalmente, transformar. Teniendo en cuenta esto, a continuación se exponen cuatro de las miradas más frecuentes, así como la relación estrecha, pero no idéntica entre pedagogía y educación. Entre algunas de las formas como se entiende la pedagogía hoy en día se encuentran:

La primera forma de verla la concibe como el simple arte de enseñar. Bajo esta idea, la pedagogía se equipara a la didáctica y a las técnicas que el docente aplica en el aula. El problema es que recortar el concepto de esa manera le quita espesor teórico: al limitarse a “transmitir” contenidos, ignora los factores sociales, históricos y culturales que atraviesan toda experiencia educativa. Además, excluye la dimensión transformadora de la enseñanza, porque la reduce a una rutina instrumental desprovista de crítica sobre los fines y los saberes que circulan en la escuela.

La segunda perspectiva entiende la pedagogía como saber pedagógico. Aquí ya no basta describir simples métodos: se examina cómo, por qué y para qué se enseña, quién define los contenidos legítimos y qué relaciones de poder se esconden tras el currículum. Este enfoque aborda la producción de discursos, la construcción de subjetividades y la distribución del conocimiento. Así, la pedagogía se convierte en un campo crítico que cuestiona los cimientos mismos de la cultura escolar y propone alternativas basadas en la inclusión y la justicia social. Ya no se centra simplemente en la transmisión de conocimiento  sino que va más profundo dentro de los distintos paradigmas de la educación. 

Un tercer enfoque proclama la pedagogía como ciencia de la educación. Esta tendencia otorga a la disciplina un objeto y un método de estudio propios, con aspiración de rigor sistemático. Su fortaleza radica en dotar de base investigativa a la reflexión pedagógica; su riesgo, adoptar un positivismo excesivo que pretenda medir la complejidad humana del aprender y aprender como aprender con los mismos parámetros de las ciencias exactas. El desafío actual es mantener la exigencia analítica sin desatender la dimensión ética-práctica que caracteriza a la educación.

La cuarta mirada la ubica como una ciencia entre otras dentro del amplio campo de las ciencias de la educación. Aquí la pedagogía dialoga con la filosofía, la sociología, la psicología o la antropología de la educación, compartiendo el objeto el hecho educativo pero desde ángulos diversos. Esa interdisciplina enriquece su comprensión, siempre que la pedagogía conserve su identidad: reflexionar sobre la acción formativa en contextos concretos y proponer caminos de mejora.

En síntesis, ver la pedagogía solo como arte técnico empobrece su alcance. Asumirla como saber crítico, ciencia rigurosa y disciplina en diálogo la convierte en un instrumento poderoso para comprender, cuestionar y transformar la realidad educativa y, con ella, la sociedad en su conjunto. 

“Educar para una Nueva Ciudadanía”: entre el brillo de las competencias y la sombra del falso consenso

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